Editorial de la Ministra de Educación Aurora Vergara Figueroa
La educación es una valiosa herramienta de la sociedad para romper las barreras y disminuir las brechas y sesgos en torno al género. Si bien, en Colombia la inequidad y las violencias basadas en género son un problema estructural, desde el Ministerio de Educación Nacional nos hemos puesto la misión de aunar esfuerzos con las instituciones educativas, públicas y privadas, para garantizar que los entornos escolares sean lugares seguros, donde se reconoce la dignidad de cada persona y se desarrollan protocolos y acciones de prevención y atención permanentes para hacerle frente a cualquier tipo de violencia o discriminación. Queremos que las instituciones de educación sean territorios de conocimiento, inclusión y de paz.

Bajo este propósito, tenemos claro que la educación tiene tres retos: el primero, es de carácter social y cultural, y nos pone la tarea de educar a nuestros niños y niñas desde el reconocimiento de las diversidades, con el propósito de garantizar que desde el inicio de los procesos de formación se fortalezca una cultura del respeto por la dignidad humana, que ayude a modificar las prácticas y estereotipos de género anclados históricamente en un sistema patriarcal.

El segundo reto está asociado a la transformación de las metodologías de enseñanza y aprendizaje, y nos invita a replantear la forma como estamos educando a los jóvenes. Es necesario analizar y evaluar las estrategias pedagógicas que utilizamos para romper, a través del lenguaje y la comunicación, las prácticas discriminatorias. Asimismo, revisaremos con las instituciones educativas cómo incluyen el enfoque de género en los contenidos curriculares y en las prácticas dentro y fuera del aula.

El tercer reto está enfocado hacia la implementación de acciones y estrategias que permitan el acceso, la permanencia y la graduación en condiciones de igualdad. Hoy sabemos que el acceso, e incluso la tasa de graduación en educación, es mucho más alta en mujeres. No obstante, la permanencia puede ser más compleja para las mujeres, justamente por los estereotipos y roles que se han asignado culturalmente, las tareas asociadas al cuidado, la dificultad en el acceso a programas de posgrado y los obstáculos en el ingreso al mundo laboral, entre otras problemáticas.

Según datos de la UNESCO, menos de una cuarta parte de los estudiantes de ingeniería, industria y construcción, o tecnologías de la información y las comunicaciones son mujeres. A esto se suma la influencia de barreras culturales, tales como el hecho de que las áreas STEM (acrónimo inglés para referirse a ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas) se perciban como disciplinas «masculinas», mientras que áreas de educación, salud, artes, humanidades y ciencias sociales se asocian con habilidades sociales que se consideran «femeninas». Bajo ese contexto, la selección de títulos y campos de estudio explica la diferencia de ingresos entre hombres y mujeres graduados y graduadas de la educación superior.

Para afrontar estos retos, la apuesta está en construir políticas educativas que partan desde el enfoque de derechos e incorporen la perspectiva de género como una ruta hacia la equidad, teniendo en cuenta la complejidad de los territorios y de las comunidades que los habitan.

Es necesario incentivar, desde la educación inicial, la participación de las niñas en la ciencia, las matemáticas, la tecnología, las ingenierías y la innovación. Transformar las prácticas culturales y pedagógicas para desarrollar no solamente capacidades académicas, sino emocionales y de relacionamiento social, que les permitan descubrir las vocaciones hacia los programas STEM.

Desde el Ministerio de Educación Nacional implementaremos políticas que conduzcan a la equidad género, faciliten el acceso de las mujeres a programas de investigación en igualdad de condiciones y fomenten el acceso a maestrías y doctorados sin obstáculos ni barreras.